El 21 de octubre tuvo lugar la presentación del libro «Apuntes de simbolismo artúrico», del escritor José Carlos Fernández Romero.
A pesar de en la Edad media -y no sólo en la Alta Edad media, sino también en la Baja- había una gran ignorancia, fanatismo, crueldad y abuso de los derechos de unos y otros, también hubo una luz, un poder y un Ideal que evitó que las almas se sumergieran en el caos y la animalidad. Este ideal fue el Ideal Caballeresco, que indicaba el poder del espíritu sobre la materia, de la cortesía sobre la vulgaridad, del respeto sobre el abuso y del espíritu de la Aventura en los cuatro horizontes; incluso de lo Sagrado (simbolizado por la búsqueda del Grial) sobre la comodidad egoísta y la inercia estéril.
Este ideal comenzó con los libros de aventuras de caballeros, como la Canción de Rolando, o el ejemplo de valentía y lealtad en el Poema del Mío Cid. Pero a partir del siglo XII comienza el ciclo artúrico, que será ejemplo de reyes, caballeros y poetas trovadores y que estará en boca de todos, incluso de los más humildes. En el ciclo de Arturo existen una serie de alegorías y símbolos que claman en las profundidades del alma humana por la virtud y el servicio a los otros, el sentido de la nobleza y de una gran dignidad: el propio Rey Arturo y sus Caballeros de la Tabla Redonda, el Asiento Peligroso, la pureza y la perfección de Galahad, la búsqueda de la belleza de Sir Gawain, el sacrificio y la compasión de Parsifal, la espada Excalibur o lo que nombró a Galahad como el mejor caballero. La consumación del amor como un mar sin límites que todo lo disuelve en Tristán e Isolda, el símbolo de la virtud asociado a cada una de las armas y protecciones del caballero y de los símbolos de su iniciación y juramento de entrada en la Orden.
Al finalizar la presentación el autor firmó ejemplares al público asistente.
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